Propuesta Editorial

Apenas doscientos años han pasado desde que el gobierno del Presidente Thomas Jefferson compró el territorio de Louisiana a Francia en abril 1803, por un precio fijado en 60 millones de francos, alrededor de $15 millones de dólares.

Sin embargo, en ese corto período los Estados Unidos no sólo duplicaron su territorio, sino que dicha acción conllevó una toma de conciencia de la "expansión" como propósito de su política exterior.

Para Francia, esa venta fue una decisión estratégica del Emperador Napoleón I de vender íntegramente un territorio que sabía no podía defender de todos modos. Para Estados Unidos, la compra de Louisiana fue el primer acto político significativo como nación independiente. Su temprana voluntad de adquirir revela un precoz anexionismo que anticipa el expansionismo de allí en más siempre presente en su política exterior. El pragmatismo será desde entonces, la ideología que justifique y defienda esta actitud, basándose en la idea de "Grandeza Nacional", en la creencia arraigada y consensuada de que los Estados Unidos es un pueblo con una "misión".

Ningún otro país ha sido capaz de generar una teoría que identifique su destino nacional tan tempranamente como el llamado "Excepcionalismo". Bajo este lema, la sociedad norteamericana ha asumido un liderazgo justificado en la idea de que, en efecto, su pueblo es el producto valioso de la "providencia", producto de una Revolución pionera y controlada - contrapuesta a los excesos del Terror francés - y que tiene como misión exportar los elementos de esa revolución: la idea de una república democrática, la idea de Libertad, y de la propiedad, en la consecución de un sistema mundial conformado por países democráticos vinculados por un gran mercado capitalista.

En la revista Huellas de Estados Unidos. Estudios, perspectivas y debates desde América Latina nos proponemos un acercamiento a los estudios sobre los Estados Unidos que implica la idea de desarmar la construcción ideológica que el excepcionalismo ha fundado y que la literatura ortodoxa tradicional se ha encargado de difundir.

Consideramos que vale la pena discutir con la historiografía clásica norteamericana centrada en las buenas intenciones de los padres de la patria - y como extensión posterior de ellos las generaciones políticas que han gobernado el país - ; para introducir una perspectiva capaz de problematizar a los Estados Unidos, reorientando su estudio a un nivel de análisis más profundo, y que da más acabada cuenta de los sucesos históricos.

Al desinflar el "Idealismo Norteamericano", nuestra intención no busca terminar con el "Romanticismo Americano" y su versión de la Historia Estadounidense, ya que reconocemos que su idea de que Estados Unidos tiene una misión - una idea relacionada al "providencialismo", a la idea de que son el "pueblo elegido", un pueblo con cualidades morales extraordinarias- ha sido un elemento cultural que, presente desde su formación nacional, ha fortalecido su experiencia cultural y no ha dejado de repercutir en su experiencia material. Haciendo hincapié en una visión más estructural, más objetiva, queremos también incorporar el peso de las cargas culturales, de la disposición ideológica basada en la convicción que ratifica la justicia de sus acciones en su política doméstica y exterior.

Si alguien que visita nuestro Web Site y recurre a nuestra revista nos pregunta ¿Porqué estudiar y analizar a los Estados Unidos?, lo que responderíamos es que estudiarlo y analizarlo es importante porque aprender algo nuevo nos cambia, nos hace mejores personas al aumentar nuestro conocimiento del mundo, y nos permite estar menos indefensos a las ambigüedades y mentiras de los discursos histórico-políticos.

A su vez, consideramos que estudiar la Historia de los Estados Unidos es imprescindible si se quiere entender como se piensan los propios norteamericanos y como este discurso ha influido en el diseño de su política exterior. Muchos de nosotros estamos interesados en conocer las razones políticas que han llevado a que nuestro tiempo histórico sea el de la imposición de la hegemonía de una única potencia. Estudiar a los Estados Unidos es un primer paso en ese sentido: nos enseña a pensar con criterio y analíticamente, a valorar y comprender hechos de la civilización occidental moderna, y a interpretar eventos complejos de la actualidad.

Conociendo la Historia y las circunstancias históricas del desarrollo de ese país seremos capaces de servir mejor el propósito de explicar los hechos objetivamente, ya que pensar en la Era Contemporánea obliga a pensar en uno de sus más importantes actores históricos: el Imperialismo.

Observando el panorama de la historia reciente, no es difícil intentar explicar el aumento de la consideración política del conservadurismo, y del hecho de que éste se haya convertido en la principal corriente intelectual en los Estados Unidos a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Estamos asistiendo a un periodo de muy activa expansión del Imperialismo Norteamericano, cuyas raíces se pueden encontrar en la formulación de la Doctrina Monroe, y cuyas razones políticas tienen el claro objetivo de asegurar relaciones económicas. Agotados los recursos diplomáticos, la política exterior se ha visto obligada a recurrir a métodos ofensivos como las intervenciones militares.

En pleno siglo XXI y en los umbrales de una transformación política mundial, reclama nuestro interés una reflexión sobre los intentos de los Estados Unidos por organizar un sistema mundial de manera estable. Nuestra Revista intenta brindar elementos suficientes para repasar su historia, colaborando así en una mayor comprensión de la actualidad. Huellas de los Estados Unidos. Estudios, Perspectivas y Debates desde América Latina está siempre abierta a los comentarios de los visitantes y dispuesta a permitir otras voces sobre la interpretación de los temas que tratemos en nuestra revista.


Presentación de Algunas Miradas Sumergidas: Poder, Cultura y Minorías.

Estados Unidos se encuentra en una encrucijada de difícil resolución. Se resigna a intentar salir de una crisis económica que mes tras mes deja por debajo de la línea de la pobreza a crecientes cantidades de ciudadanos, pero con herramientas viejas y de probadas muestra de ineficiencia, mientras un número importante pero no claramente representativo ha decidido "tomar Wall Street" para hacer saber que no comparten el método de resolución elegido por sus dirigentes.

Sin embargo una mirada atenta a lo que se discute a nivel general desde y por los medios, indica que tanto el pensamiento ortodoxo, neoliberal, como la forma de cuestionarlo se encuentran en un punto muerto, pero con clara posición de ventaja de los primeros. Es evidente que para la inmensa mayoría que sufre las consecuencias del ajuste perpetuo, luego del festival de crédito de las décadas de 1990 y gran parte del 2000, se ha producido una derrota política y social que los "indignados de Wall Street" no alcanzan a revertir, al no lograr hacerse de una masa crítica de acompañantes, para lograr la transformación que se reclama. Esto se hace evidente cuando se presta atención a los discursos de los candidatos –republicanos y demócratas- en las primarias que se avecinan.

De alguna manera, entonces, el poder financiero sigue siendo el rector, mientras los políticos solamente representan intereses corporativos. Pascual Serrano lo muestra apoyándose en una publicación de Vincenc Navarro en el Diario El País de marzo de 2008, por la cual "según el centro de estudios electorales Common Cause, nada menos que el 94% de los candidatos al Congreso de EE.UU. en 2006 mejor financiados ganaron las elecciones."[1] Esa financiación opera en conjunto con los grandes medios de comunicación que poseen intereses concretos en algunos candidatos, en desmedro de otros. De esta forma la mayor parte de la cobertura informativa de las elecciones en Estados Unidos de América se apoya en el carácter, la personalidad y la vida privada de los candidatos, más que en sus propuestas concretas para las cuestiones nacionales e internacionales. Estos dos elementos conjugados (financiamiento y direccionamiento de los medios) permiten que el 94% de los que se postulan para ser reelectos lo logra.

Entonces, cabe concluir que el problema en Estados Unidos es económico, pero principalmente cultural. En efecto, la fracción financiera del gran capital ha impuesto su discurso, sus formas y modelos, a la vez de lograr que cualquier opción alternativa a su recetario sea descartada por inviable, poco razonable o alejada de los más básicos principios científicos. Esto es, ha logrado imponer una hegemonía cultural, dado que aquí "intervienen intereses estructurales, tradiciones (porque la hegemonía es siempre un momento de re-adaptación de un estado hegemónico anterior), posiciones adquiridas y defendidas, 'pereza' intelectual y necesidades de adaptación a la doxa".[2]

Este discurso se monta, tal como oportunamente indicara Lizcano, en figuras metafóricas para lograr la aceptación acrítica por parte de los contribuyentes de las medidas que el gran capital financiero estime necesarias, a fin de mantener la apropiación de recursos y la tasa delirante de beneficios, a costa de excluir más y más del mercado a las masas consumidoras. Estas figuras metafóricas actúan como "un trampolín de sentimentalismo y credibilidad que dirige su impulso hacia las instituciones de un sistema económico que habían dejado de merecer tales afectos… el recurso a la metáfora sitúa al discurso en un registro donde la imputación de verdad o de mentira queda huérfana de sentido".[3]

¿Y cómo fue esto posible? Porque el gran capital financiero se asoció con los grandes medios de comunicación (cuando no los compró o infiltró), e impuso culturalmente la agenda. En ella no caben las minorías, no caben los pobres, no cabe el cuestionamiento estructural al sistema. Es por eso que este número aborda, aunque parcialmente, alguno de los tópicos que la agenda hegemónica omite.

Desde ya desde la Revista no pretendemos brindar respuestas dogmáticas. Solamente realizar algunos aportes para la reflexión. Esperamos que los que aquí presentamos contribuyan a ello.

Buenos Aires, enero de 2012.

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[1] Pascual Serrano. Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo; Barcelona, Península, 2009, página 317.

[2] Marc Angenot. El discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible; Buenos Aires, Siglo XXI, 2010, página 34.

[3] Emmanuel Lizcano. "La economía como ideología. Un análisis socio-metafórico de los discursos sobre 'la crisis'", en Revista de Ciencias Sociales, segunda época, N° 16, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, primavera de 2009, página 90.